El niño que se interna en el mundo de los mandalas, no sólo estimula su creatividad
e imaginación, sino que también aprende a desarrollar una mente pacífica y armoniosa.
Dibujar, pintar y caminar imágenes circulares brinda tranquilidad y equilibrio
interior.
De manera divertida y en compañía de otros chicos, aumenta su capacidad
de concentración y favorece el desarrollo de su personalidad. La autoconfianza
que van ganando es un pilar importante para la libre expresión de la sabiduría
y belleza innatas que moran en el corazón. Entre pares, aprenden a reconocer
los dones que la Naturaleza brinda y a maravillarse del misterio y la armonía
de la vida.
El objetivo no es generar una obra de arte sino promover la creatividad
y la amplitud de percepción. Se enfatiza el proceso y el reconocimiento de las
cualidades que lo hacen penoso -tales como la competencia, el aislamiento, la
ansiedad por ser el mejor- y las que hacen el proceso gozoso: la alegría, la
paciencia, el sentirse parte de un grupo, el compartir, la confianza. Se estimula
la individualidad al mismo tiempo que se aprehenden pautas de relación basadas
en valores humanos esenciales.
Coordinadoras: Licenciadas Susana
Galperin y Ana
Inés de Avruj.
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